Testo Yonqui es muchísimas cosas, pero sobre todo es, según sus propias palabras, un “ensayo corporal”. Y aquí la palabra ensayo tiene por lo menos dos sentidos: es un ensayo en el sentido de género literario, y es un ensayo en el sentido de experimento. Es un diario que registra las transformaciones corporales y emocionales de la autora mientras se suministra dosis de testosterona en gel, es un diario donde narra su vida sexual y política y, al mismo tiempo, es una fascinante reflexión sobre los mecanismos de gestión y dominación orgánico-política que intermedian en la construcción del cuerpo y la sexualidad.

Beatriz Preciado desplaza la atención que Foucalt había dado a las prisiones, las escuelas, las clínicas, los cuarteles y demás instituciones ortopédico-disciplinarias para centrarse en lo que ella supone los dos pilares sobre los que se asienta el control contemporáneo del cuerpo: la industria farmacéutica y la industria de la pornografía. El Régimen Farmacopornográfico (tecno-biopoder) es un concepto paralelo a lo que Foucault llama Régimen Disciplinario, y se diferencia de este por la forma en la que opera. Según Preciado, no se trata ya del viejo modelo “panóptico” de control arquitectónico que determina los cuerpos desde fuera, sino de un nuevo modelo de vigilancia sintética que trabaja, casi intangible, desde el interior del cuerpo mismo, a un nivel molecular, modificando directamente la composición química del individuo, el modelo de esta nueva forma de misión farmacológica del cuerpo sobrevenida luego de la Segunda Guerra Mundial es ni más ni menos que la píldora anticonceptiva: el panóptico hecho pastilla, listo para ingerir.